martes, 21 de agosto de 2007

Alegre - Hugo Wast

Pues si, comenzamos con esto de los libros; aunque todavía no tengo muy clara la idea de esto de las BD (Bases de Datos), les tengo que enseñar algo que acabo de leer.

Estoy seguro que les gustará, y si alguien quiere el libro, solo tiene que pedírmelo (solo necesito su dirección para mandárselo en cuanto pueda); la idea es compartir todos los libros que tengamos (los del blog) con las personas que los quieran leer. Ojo, no va a ser regalado, sera intercambiado por otro que les parezca interesante.

Espero que se animen a participar en esta idea, recuerden que esta no es la forma definitiva del trueque de libros (en algunos casos si serán regalados), pero por ahora, así lo haremos.

Ok si, este post esta extremadamente largo, pero no me sentí lo bastante digno como para cortarlo, así que si no quieren leerlo completito, solo lean la parte que marque entre comillas.

Es el prologo de éste libro de aventuras, pero tiene algo que llamo mucho mi atención... Básicamente va dirigido a los escritores en potencia.

Alegre – Hugo Wast
10ª. Edicion (50.000 ejemplares). 1ª. Edición 1905
Editores de Hugo Wast -1941-
Páginas: 7-13

Veinticinco años después de la 1ª. Edición.
(Prólogo de la Edición de 1929)

Hace veinticinco años se publicó en Madrid Alegre, mi primera novela.

¡Qué ilusiones las mías en aquellos tiempos! ¡Qué ilusiones y después qué desencantos!
¿Cómo dejar ahora que aparezca su nueva edición sin explicar de algún modo la evolución de esta obra en un cuarto de siglo?
Daría muestras de un necio orgullo si negara que tengo cariño a esta novela, a pesar de sus muchos defectos.
Fue mi primera gran aventura literaria.
En otro libro (1) he relatado las circunstancias en que la compuse, mi vocación y mi fantasía de autor que no tenía veinte años, el fracaso de su primera edición impresa a mi costa y otros pormenores, que pensé podrían interesar a mi público, puesto que no hubo nada más interesante para mí, en el vasto mundo, que los detalles de aquel pequeño y silencioso drama de mi juventud.
No volveré a sentir nunca la alegría de escribir como cuando borroneaba a prisa las quinientas y tantas cuartillas que componen el primer manuscrito de esta novela.
No tenía experiencia del arte que había acometido con tal tesón, y mi espíritu crítico era tan inocente como Adan antes de la manzana.
No sabía, cuando empecé la composición, si escribiría un cuento de veinte páginas o una novela de mil.
Mi pluma volaba instintivamente como una paloma mensajera, que no calcula etapas ni dificultades.
Me movía la vocación, que es un instinto ciego y omnipotente; y escribía sin que me embarazaran planes ni propósitos de ninguna especie. Escribía con el placer de un niño que juega.
Los grandes juegan por matar el tiempo, o por medida de higiene, o por vicio. Los chicos juegan porque el juego les gusta en sí mismo, sin pensar qué beneficios higiénicos les reportará.
Así escribía yo, como un niño que juega; y ahora me complazco de haber escrito muchos centenares de cuartillas, adquiriendo práctica y puliendo mis herramientas en una edad en que no tenía ningún sentido crítico.

Cierta vez un periodista me preguntó (para un reportaje), qué consejo le daría yo a los principiantes, y yo le respondí: “Que principien de una vez”. ¿Y después? – “!Que sigan!”

Aunque esto lo dije en son de broma, no deja de ser una respuesta que la experiencia me ha sugerido.

Cuando un principiante siente la vocación de escritor, especialmente de novelista, y quiere formarse a fondo, con abundantes estudios para saber, antes de comenzar, cómo es la novela perfecta, lo más probable es que no comience nunca.

No hay que dejar pasar estérilmente los años de los entusiasmos juveniles, tanto más ardientes cuanto más ciegos.

El espíritu crítico debe desarrollarse un buen cuarto de hora después que la práctica del escribir.

¡Ay, de aquél que antes de haber escrito una línea ha aprendido cómo se debe escribir!

Al pretender aplicar su vasta ciencia, hallará tal distancia entre lo que le sale de los picos de pluma y lo que desea que le salga, que jamás se atreverá a publicarlo.

Podrá persistir escribiendo, para sí mismo, hasta que esté satisfecho de su estilo o de sus ideas. Pero como a medida que vaya adquiriendo destreza en la práctica, irá, con nuevas desesperadas lecturas agudizando su teoría, siempre los dos caballitos correrán distanciados, atrás el que debió partir primero y sin esperanzas de aventajar al otro.

El caso de Maupassant que empezó tarde y con acierto, no es una excepción, porque él empezó tarde a publicar, pero no a escribir.

Lo frecuente es que el principiante, que ha perdido la oportunidad de principiar, viva, cuando sea hombre maduro, como el lacedemonio, con las entrañas devoradas por un zorro oculto debajo de su túnica: el deseo de crear. Y sufra la jamás confesada humillación de una secreta certidumbre: la de la impotencia.

En tales condiciones le será difícil producir el libro que ha soñado, pero le será fácil dictar las reglas a que deben ajustarse los otros autores, y que él ya no es capaz de aplicar por su cuenta.

Por eso aconsejo a los principiantes que principien de una vez, aprovechando la edad en que ocurre esta aparente contradicción: se confía en las fuerzas propias, pero se respeta el consejo de los otros.

Después vendrán los años estériles, en que uno desconfía secretamente de sí mismo, sin que por eso crea en nadie más.

Yo le doy gracias a Dios de que, puesto que no me otorgó ningún genio creador, sino una vocación modesta y persistente, no me haya dado un sentido crítico y muy puntiagudo.

¿Qué me hubiera hecho yo con ese instrumento si no suicidarme?


Vayan por vía de curiosidad bibliográfica algunos detalles.
Se han impreso de Alegre, que yo sepa, las siguientes ediciones:
La primera en 1905, por Fernando Fe, de Madrid, en dos tomos.
Tres ediciones más, por Saturnino Calleja, también en Madrid, entre los años de 1908 y 1912, De éstas, una fué in-8ª mayor a dos columnas, con ilustraciones; y las otras dos in-12. El texto se redujo considerablemente para hacer caber en uno solo mis dos primitivos tomos.
Hacia 1914 autoricé la reimpresión de Alegre en la colección española que por entonces publicaba en París la hoy desaparecida firma de Paul Ollendorff, e introduje en esa edición algunas correcciones insuficientes.
La librería Ollendorff desapareció y con ella la colección donde autoricé que se incluyera Alegre.
Empero, algún tiempo después, y por un curioso error que he mencionado en “La novela de mi primera novela”, Alegre fue reimpreso por otro editor de París, la librería Nilsson, que lanzó una copiosa edición, destinada según creíamos entonces, a no agotarse nunca.
En 1907 La Ilustración Artística, (que editaban en Barcelona Montaner y Simón), una de las más hermosas revistas que hayan existido en lengua castellana, publicó Alegre con profusión de grabados.
No hablo de otros periódicos que también lo han hecho, por que mi cuenta sería muy incompleta, ya que sólo por azar he tenido noticias de algunos.
Soy el más sorprendido de que esta endeble novelita haya obtenido tanto favor. Conozco mejor que nadie sus defectos, y ahora que su destino ha vuelto a mis manos, habiéndose agotado hace años todas las ediciones autorizadas, he vacilado mucho antes de resolverme a imprimirla.
Mas el público persiste en reclamar a los libreros la romántica historia de mi negrito y hasta se me han hecho solicitudes para traducirla a otros idiomas (2).
Por fortuna estos pedidos no me llegaron hace veinticinco años, cuando yo creía que Alegre era una maravilla.
Para el escritor ilusionado que era yo entonces, no existía homenaje en el mundo equivalente a una edición publicada en otro idioma y otro país por un verdadero editor.
Si la alegría no me hubiera muerto al instante de recibirla, no habría tardado cinco minutos en aceptar la peor propuesta.
Con lo cual mis actuales preocupaciones acerca de Alegre se habrían multiplicado sin remedio.
Ahora, a lo menos, ya que sólo existe en castellano, puedo realizar un antiguo proyecto, que es dar una nueva edición profundamente corregida.
He pasado tantas semanas trabajando en ella, que talvez me hubiera sido más fácil componer otro libro o escribir totalmente de nuevo Alegre.
De propósito no he querido hacerlo. Más trabajo me ha costado vencer muchas veces esa implacable tentación de corregir sus primeros libros, que sienten los autores. Harto fácil me habría sido hacer bastantes correcciones que he abandonado.
La razón es ésta:
Ahora no puedo escribir como a los veinte años.
Mi estilo de entonces tenía ciertos defectos de que, por gracia de Dios, me he ido librando.
Pero, sin duda, poseía cualidades que ahora he perdido, entre ellas un ingenuo lirismo que hoy me hace sonreír.
¡Ay, de mí que sonrío de lo que antes me hizo lagrimear!
Felizmente Alegre tenía pocos artificios retóricos; y aún esos pocos eran prestados, figuras sacadas de libros que acababa de leer y que me impresionaron momentáneamente.
He descolgado de las transparentes e ingenuas páginas de Alegre esos adornos de pacotilla y los he devuelto a los bazares de donde los saqué.
No creo que ningún lector de buen gusto los eche de menos.
Mi empeño no podía limitarse a corregir la forma verbal del libro: tenía que penetrar en su estructura misma, como quien dice en la carne de la obra, y ésta es la verdadera razón del trabajo que he consentido en tomarme.
Alegre es el relato de las aventuras de un niño y como tal la mayoría de sus lectores han sido y serán los muchachos entre los doce y los diez y ocho años.
He comprendido que había que despojar a Alegre de un exceso de sentimentalismo que lo hacía malsano para ciertas imaginaciones.
Ha sido la parte agradable de mi tarea: dar más virilidad a la figurita romántica de mi pequeño héroe.
Quiero que este relato sea un buen ejemplo de amistad pura y de abnegación y no un pobre episodio lacrimoso y disolvente.
Pienso haberlo realizado, sin modificar en lo más mínimo la acción de la novela, elemento que no deseaba alterar.
Tengo ahora, acerca de lo que debe ser una novela, las mismas ideas que tenía cuando escribí Alegre.
Y con ellas me enterrarán, lector amigo, si tu simpatía, que me llega al alma, sigue acompañándome como lo ha hecho durante un cuarto de siglo.
Royan (Francia) Agosto de 1929.
Hugo Wast

(1)15 días Sacristán (Véase “La novela de mi primera novela”.
(2)Aparte de otras traducciones que están en preparación, ya han aparecido una en francés, hecha por el insigne Henry Gross y editada por Bourrelier- Chimenes, París; otra al holandés publicada por Vitgave van de Residenlieboge (La Haya). (Nota de la edición de 1914).

Saludos amigos lectores

caza
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