martes, 30 de marzo de 2010

Bajo la jacaranda - V. Adrián García Córdoba



Bajo la jacaranda
V. Adrián García Córdoba
Editorial Talión

Ciudad Netzahualcóyotl, Estado de México
Impreso en México
Primera edición octubre 2007
Tiraje 50 ejemplares
Páginas 17, 23, 24, 38, 71, 73, 76.


Cuento: Trafalgar

Cuando trafalgar descubrió el amor, no suponía nada de lo que le esperaba. Todos los días la miraba pasar sin saber que esas mariposas que le recorrían el cuerpo de la cabeza a los pies, eran en realidad manojitos de nervios que, endurecidos por la excitación de mirar ese cuerpo casi perfecto, se agitaban por debajo de su piel.



…A Trafalgar, como a todos los que se enamora, no le importaba en absoluto: nada era caro si se trataba de contemplar por un instante, por mínimo que fuera, a aquella mujer hermosa que a sus once años caminaba de la mano de sus mamá echando sus negros cabellos al aire en un vaivén de despreocupada calma mostrando sus ojos embebidos de coquetería…



Aunque para mí no había menor delito en que declarase su afecto y su pasión, la familia encontraba en ello un crimen que Trafalgar seguía sin entender. Por la casa pasaron un médico, un psiquiatra, un licenciado y un sacerdote que solo empeoró las cosas con la condena vil y pendenciera de los sucesos de aquella tarde…



Trafalgar dejó de sonreír como antes. Dejó de hablar y ahora se reservaba a quedarse en un rincón oscuro de su cuarto con la luz apagada y en forma de ovillo mientras se deshojaba una margarita imaginaria en la que ponía sus sollozos sembrados de agonía: Trafalgar lloraba, respiraba y recordaba aunque para el mundo hubiera muerto.



Cuento: El Farolito

-Nunca has visto una estrella azul, ¿Verdad?
-No –le dije pensando que sería otra de sus fantasías.
-Junto a la Luna, del lado izquierdo se ve ahora una nube. Cuando se quite veras como el halo de la luz se crece. Detrás del halo, escondida, está la estrella que te digo. Tienes que mirar bien porque es tímida. Luego, cuando sepa que la descubriste, la caprichosa se pavoneará de ser azul y brillara con mucho fulgor. Desde luego que todas las noches tendrás que buscarla, como cortejándola para que se sienta en confianza y brille para ti. Cuando la veas sin buscarla entonces se ha enamorado de ti y te sonreirá. Te hará canciones de cuna y te contará historias.
-¿Por qué es azul? –De nuevo la lógica automática me hizo hacer preguntas innecesarias.



Cuento: Bajo la Jacaranda

La puerta estaba entreabierta y chirrió cuando la abrió por completo. Ahí, en la cama, con la sabana por la mitad, estaba ella sentada, con las piernas cruzadas, con los ojos vidriosos y la mirada ausente. Se había puesto una florcita sobre la oreja. Era una flor de jacaranda sujeta a un pedacito de madera largo. Se había vestido con una pantaletita blanca y un sostén que le hacía juego. Sobre su cabello oscuro cepillado por horas lucía un improvisado y tierno velo de organdí. Sus labios, rozados como si se tratara de una cerecita madura, resaltaban en su rostro trigueño, ruborizado y perlado por pequeñas gotas de sudor que profanaban aquel instante de pureza. Y él, de pie desde el umbral, contemplaba aquello con una penumbra en los ojos: Veía ante sí el más lujoso placer reducido a momentos, convertido en guijarros de paz y locura.



-Te ves muy bonita. Pareces un tulipán: hermosamente raro, pero maravillosamente bello. –soltó él luego de un breve silencio.



La jacaranda se veía más terrible que nunca. Parecía un árbol distante, sumergido en la realidad de la memoria.
Ella se miró a si misma: tan hermosa, tan llena de vida, con sus caderitas apenas floreciendo y sus pechos como botones de flor esperando la primavera. Pasó su lengua por sus dientes perfectos, por sus labios carnosos y rozados. Se tocó la nariz, las mejillas, el cuello. Ella era hermosa. Pero lo más hermoso era que él, mirándola con lágrimas corriendo por sus pómulos y su cuello, le devolvía una sonrisa que claramente significaba que pensaba lo mismo. Ella era hermosa.



Caza
Arbolito.

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